Son las casas encaladas por las mujeres del pueblo,
y el olor que al cielo transporta, el tomillo y el romero.
Es la ilusión creciente del cohete primero,
que ligero y presto sube, para estallar en tu cielo.
Son fervorosas novenas donde te rezan y ruegan,
los torrecampeños buenos. Y los cánticos de amor,
que entre lágrimas entonan, quienes a tu cara miran.
Es repique de campanas y olor a pólvora quemada,
que, en la víspera de mayo, anuncian ya tu llegada.
Es la música que suena, la que alegra tus veladas,
y despiertan la ilusión de pequeños y mayores.
Son los fuegos de artificio, repiques de mil colores,
regados con un buen trago de aquesta limonada.
Son los primeros saludos, encuentros, risas y abrazos,
envueltos, las muchas veces, de recuerdos casi olvidados.
Es ese pellizquito, los nervios del nuevo día,
es la alegre diana: ¡despierta ya claro día!
Es la hermandad que camina hacia donde no hay fronteras,
más allá del horizonte, es la Virgen de Veredas.
¡Dios te Salve María!, en la Cuesta de la Salve,
pasadas las lagunillas, tan cerquita de nuestra Madre.
Es el rumor de tus aguas, cristalinas, siempre amables,
ay Guadamora del alma, donde se redimen nuestros males.
Son miles de peregrinos que hasta Tu casa llegan,
pidiéndote mil favores, rogándote buenas nuevas.
Es la suelta de palomas cuando a Tu pueblo asomas,
es la emoción contenida, ¡comienza la procesión!
Son los vivas de los romeros, ecos por todos los cerros.
Cerro de la Aparición, donde por gracia divina, un pastorcillo de halló.
Es la misa de campaña, y la gente que se amarra bajo tus benditas andas.
Son tus himnos y alabanzas y las notas de tu banda.
Son las lágrimas que caen por peregrinas mejillas,
corriendo hacia Guadamora, hasta su misma orilla,
cuando, a la voz del capataz, mujeres y hombres a una,
de nuevo, un año más te devuelven a Tu capilla.
Es ese gentío que, a las puertas de la ermita, se abalanza sobre Ti,
y se suceden los rezos, cantos y risas, llantos y hasta siempre,
es tu cara tan divina, que me hace tan feliz.
Es la alegría del niño, la nostalgia del mayor.
De los padres esperanza, de nuestro ocaso el dolor.
Y son también esas viandas, ese afán de compartir,
productos de la matanza, y otros de aquí y de allí.
Échale un trago a vino, a ver pueba este jamón.
No te quedes corto ¡hombre! y métele al lomo y salchichón.
Y que os voy a decir de la típicas tortillas,
de espárragos, patatas y las famosas criaíllas.
De dulces mejor no hablamos o sí, rosquillos,
flores, cagarrutas y la manta de viaje, quién se puede resistir.
Es la subida a la Cruz, por esa eterna vereda,
refugio de nuestros miedos, donde el alma calma queda.
Son los cantes y los bailes que dentro y fuera de la ermita,
se repiten sin cesar.
Ya no se que más decirte, a tí que con sana intención,
abierto el corazón, te digo, cuando me pregunta de veras,
qué tiene de especial la Virgen de las Veredas.