miércoles, 3 de diciembre de 2025

Los Pedroches ante el reto demográfico.

 





Censo y evolución de la población de Los Pedroches 2021-2025


La comarca de Los Pedroches, en el norte de Córdoba, lleva décadas asistiendo a una lenta pero constante pérdida de población. Cada año, menos jóvenes, menos nacimientos, más envejecimiento, más municipios en riesgo demográfico. Los datos de 2024-2025 lo confirman: el descenso es generalizado, y 2030 no pinta mejor si no se hace algo radicalmente distinto. La comarca ha perdido la friolera de 1.258 habitantes en los últimos cinco años. 258 en el último censo publicado.

Pero lo grave no son solo los números. Lo grave es que el rural español está atrapado en un modelo institucional y cultural que lo condena a ser paisaje, no sociedad; postal, no proyecto, y Los Pedroches son un ejemplo perfecto.

Durante décadas, administraciones de todos los colores han prometido lo mismo: frenar la despoblación, modernizar el campo, atraer empleo, fijar población, garantizar servicios.

El resultado es contundente: no ha funcionado, porque nada de los prometido han cumplido.

Si las políticas rurales sirvieran, los pueblos no perderían habitantes año tras año. Pero siguen cayendo.
Los municipios más pequeños llevan años en una espiral de declive que ningún plan estratégico, agenda territorial o marca comarcal ha detenido.

Mientras tanto, los municipios más grandes  resisten, pero solo porque partían de más. No porque exista un proyecto económico sólido que retenga a los jóvenes. Y no lo hay.

Uno de los mayores problemas de España es que trata al campo como si fuera un bien cultural que debe conservarse “puro”, sin tocar.
El discurso ambientalista ha sido útil para proteger ecosistemas, pero devastador cuando se convierte en excusa para frenar actividad económica e infraestructuras.

Los Pedroches son el ejemplo perfecto: un territorio altamente protegido, pero económicamente improductivo.

La dehesa, joya ecológica, es también una estructura económica de bajo rendimiento y bajo empleo.
Y la obsesión por convertir el territorio en museo natural ha bloqueado iniciativas que podrían generar trabajo y diversificación. Mientras tanto, los jóvenes se van. No por ignorancia rural, sino por puro instinto de supervivencia.

Si el rural quiere futuro, tiene que entrar en la economía con mayúsculas: Industria agroalimentaria avanzada; energías renovables integradas; logística y transporte eficientes; servicios digitales que no sean solo wifi gratuito; economía verde productiva, no decorativa ; polígonos industriales que sirvan para algo; innovación aplicada, no congresos comarcales.

Eso implica asumir tensiones: más actividad, más infraestructura, más transformación del entorno. Algún sacrificio ambiental, sí. Sometido a controles, pero posible.

Porque la alternativa —mantener la inmovilidad— ya está destruyendo el territorio, aunque lo haga lentamente.

Se habla mucho de “salvar el medio rural”. Pero sin economía, no hay medio. Ni rural.

Además del abandono institucional, los pueblos cargan con un lastre cultural, cual es el estigma rural:  "El que vale, se va"; "El que se queda, fracasa"; "En el pueblo no hay futuro". Ese discurso está interiorizado por generaciones enteras. Y lo peor: es cierto, porque el sistema lo ha hecho cierto.

España ha construido su modelo económico sobre la idea de que el campo es subsidiario, ornamental y prescindible.

Nadie dice lo obvio: los pueblos tienen derecho a desarrollarse, no solo a sobrevivir.  A crecer, no solo a conservar. A tener industria, empleo cualificado, servicios modernos. A ser competitivos. 

El derecho al desarrollo —reconocido globalmente— parece haberse olvidado en casa.

Si seguimos igual, el futuro es claro: Entre el 6% y el 12% menos de población comarcal en los próximos cinco años. Municipios pequeños en riesgo real de inviabilidad. Más envejecimiento, menos natalidad. Menos escuelas, menos actividad económica. Más dependencia institucional.  Y lo más grave: pérdida irreversible de tejido social y cultural.

No porque el campo sea frágil. Sino porque se ha hecho frágil a base de inacción.

Los Pedroches —como la España rural en general— tienen territorio, identidad propia, potenciales cadenas de valor, calidad de vida y ubicación estratégica.

No necesitan caridad. Necesitan políticas económicas reales. Menos subvención y más inversión.  Menos folclore y más industria. Menos “España vaciada” y más “España productiva”. Y sobre todo, necesitan que se les permita cambiar.

El rural español no está muriendo por culpa de la gente.  Sino por culpa del sistema. No se arregla con festivales gastronómicos, rutas senderistas, ferias del queso y demás verbenas temáticas.

Se arregla con inversión seria,  infraestructuras, industria, tecnología y capital humano

El futuro de Los Pedroches —y de tantos territorios— depende de asumir una verdad incómoda:

No hay derecho a la identidad sin derecho al desarrollo.

Y el campo español tiene derecho a ambos.

Mientras sigamos tratando los pueblos como un parque natural o un museo costumbrista, seguiremos escribiendo artículos sobre su declive.
El día que decidamos apostar, de verdad, por la economía, podremos hablar de su futuro.

En definitiva y a modo de conclusión: el mundo rural no debe ser un “reserva natural de postal”, sino un territorio con derechos reales: derecho al empleo, a la vivienda, a la conectividad, al desarrollo económico.

Hasta ahora, las políticas han reforzado el estigma rural: lo pintoresco, lo tradicional, lo inmóvil. Pero la realidad llama a evolucionar.

Los Pedroches —y muchas comarcas rurales españolas— merecen oportunidades económicas reales, futuro para sus jóvenes, servicios dignos y capacidad de decidir su destino. No caridad. No compasión. Justicia.

Las cifras no mienten. Los Pedroches pierden población año tras año. Los pequeños pueblos se vacían, los medianos resisten a duras penas, y los más grandes caen lentamente.

No es un problema social más: es el síntoma de un país que ha marginado a su medio rural. Un país que necesita decidir si defiende la estética del paisaje… o la dignidad de sus pueblos.

Este no es solo un debate de desarrollo: es un derecho al desarrollo. Un derecho a existir con futuro, no a sobrevivir en el pasado.

 

lunes, 13 de octubre de 2025

La carretera de Puerto Mochuelo, una reivindicación olvidada para una comarca aislada.


Restos del puente romano sobre el Río Guadalmez.

A orillas del río Guadalmez, entre sierras y dehesas, reposan los restos de un antiguo puente romano que durante siglos sirvió de paso esencial entre Andalucía y la Meseta. Por allí discurría una vía romana y, más tarde, el Camino Real de Andalucía a Toledo: la ruta natural, directa y más corta para comunicar el valle del Guadalquivir con el corazón de la Península Ibérica.

Aquel puente, de piedra y de imponente fábrica a juzgar por los restos que aún desafían el tiempo, fue destruido por una riada en el siglo XVII. Desde entonces, su ruina se convirtió en símbolo de una incomunicación secular que aún hoy persiste.


Restos del puente romano sobre el Río Guadalmez.

Ya en el siglo XVIII se reconocía la importancia estratégica de este paso. En un informe fechado el 22 de febrero de 1785, Luis de Herrera, corregidor cesante de Los Pedroches, describía la precaria situación de las Siete Villas y la necesidad urgente de reconstruir el puente sobre el Guadalmez. Decía así:

“Entonces será aún más sensible la notabilísima falta que hace el arruinado puente que había sobre el caudaloso en el invierno río Guadalmez en la inmediación a la villa de Torrecampo, que facilitaba la conducción de los tabacos de Sevilla a la Corte, el comercio y comunicación de estos pueblos y el paso de cuantos transitan de Andalucía, señaladamente del Reino de Sevilla y gran parte del de Córdoba a Castilla.”


                                                          Mapa del Reino y Obispado de Córdoba de 1797,donde se aprecia 

la vital importancia para Los Pedroches del Camino Real  hacia su paso por Puerto Mochuelo.

 

El propio corregidor relataba cómo ya en 1773 las Siete Villas habían solicitado al Consejo la reedificación del puente, por su utilidad para toda la región, sin que la petición tuviera efecto por no haberse acompañado de los planos y presupuesto requeridos. Más de dos siglos después, en 1983, se construyó finalmente un puente moderno sobre el Guadalmez, paliando parcialmente la incomunicación que arrastraba la comarca desde el Antiguo Régimen.


Restos del puente romano sobre el Río Guadalmez.

Sin embargo, la deuda histórica no está saldada. Hoy, en pleno siglo XXI, el tramo de carretera que une el Guadalmez con la N-420, paso obligado hacia el norte peninsular por Puerto Mochuelo, continúa en un estado deficiente, con trazado estrecho, firme deteriorado y sin condiciones adecuadas para el tráfico que soporta.

Esa vía —la ruta natural de comunicación entre Los Pedroches y el centro peninsular— sigue sin contar con la consideración que merece dentro de la red nacional de carreteras. Su mejora y conversión en una vía de alta capacidad permitirían enlazar directamente la autovía A-43 (a la altura de Puertollano) con la N-432 (Badajoz-Granada), abriendo un eje estratégico que uniría el norte y el sur de España y daría a la comarca el papel logístico que históricamente le correspondió.

No se trata sólo de una cuestión de infraestructuras, sino de justicia territorial. Desde el siglo XVIII, los habitantes de Los Pedroches vienen reclamando una comunicación digna con el resto de la Península. Tres siglos después, los restos del puente romano sobre el Guadalmez parecen seguir clamando lo mismo: que se restablezca la vía que un día hizo de Torrecampo y Los Pedroches un punto neurálgico del tránsito entre Andalucía y Castilla.

Urge, por tanto, una acción conjunta de los municipios de la comarca, de las administraciones provinciales y autonómicas, para reclamar que este tramo se incorpore a la Red Nacional de Carreteras, cumpliendo así una aspiración tan antigua como justa.

miércoles, 8 de octubre de 2025

Yacimientos arqueológicos en el término municipal de Torrecampo.

 


Puerta de entrada al recinto del Castillo Almogávar.

 

    El término municipal de Torrecampo ha desempeñado a lo largo de la historia un papel fundamental en las comunicaciones y en la economía de la península ibérica. Escoriales de mineral, puentes de época romana y numerosos asentamientos salpican su extensa geografía. Son yacimientos poco estudiados, si bien son objeto de numerosas visitas de curiosos y personas interesadas por la arqueología. Su tardía protección a nivel institucional y su nula vigilancia han ocasionado importantes expolios en los yacimientos que dificultan enormemente su estudio.

    La relevancia de los yacimientos arqueológicos documentados en el término municipal de Torrecampo fue oficialmente reconocida por la Resolución de 11 de diciembre de 2003 de la Dirección General de Bienes Culturales de la Junta de Andalucía, mediante la cual se dispuso la inscripción colectiva, con carácter genérico, en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz de un conjunto de 138 enclaves arqueológicos localizados en distintos municipios, Torrecampo entre ellos.

    Esta resolución, dictada en aplicación de la Ley 1/1991, de 3 de julio, del Patrimonio Histórico de Andalucía, y del Decreto 4/1993, que regula la organización administrativa del patrimonio histórico andaluz, se enmarca en la política autonómica de tutela, enriquecimiento y difusión del patrimonio cultural. Su objetivo fue garantizar la protección jurídica y científica de una amplia red de asentamientos rurales, estructuras hidráulicas, necrópolis y recintos amurallados que constituyen una valiosa muestra de la ocupación humana continua en esta parte del norte cordobés.

      En el caso específico de Torrecampo, los enclaves incluidos en el catálogo destacan por su diversidad cronológica y tipológica, con testimonios que abarcan desde el Calcolítico y la Edad del Bronce hasta épocas romana, altomedieval y bajomedieval. La resolución subraya que, en la comarca de Los Pedroches, los hallazgos más característicos corresponden a necrópolis medievales con tumbas excavadas en la roca, expresión singular de las costumbres funerarias locales y de las formas de poblamiento en el contexto serrano.

   La inclusión de estos yacimientos en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz implica su reconocimiento como bienes de interés cultural y científico, así como la obligación de su protección urbanística y conservación administrativa. Este reconocimiento no solo refuerza el valor histórico de Torrecampo dentro del conjunto de Los Pedroches, sino que contribuye a la afirmación de la identidad cultural andaluza mediante la investigación, documentación y difusión de su pasado arqueológico.

    El objeto de este artículo es dar a conocer la propia existencia de estos yacimientos. que abarcan desde época romana hasta la alta edad media (Siglos I a XII). Su divulgación, estudio y aprovechamiento suponen un valor añadido al potencial turístico de Torrecampo y Los Pedroches.


 

 Vista aérea parcial del Castillo Almogávar

(Fotografía: Arqueolugares)


Castillo de Almogávar*.
 

*Declarado Bien de Interés Cultural (BIC) BOE NÚMERO 155 de 29 de junio de 1985.

Otras denominaciones: Mogábar; Castillo de Almogábar; Castillo Almogabar; Castullo de Mogábar.

 El Cerro Mogábar se sitúa en una pequeña cordillera alargada en sentido norte-sur de 706 metros de altitud máxima en su pico más alto y similar longitud, situado en un amplio valle ondulado de colinas. Posee un espectacular dominio del entorno, con menor altitud, así como de las vías de comunicación entre el Campo de Calatrava-Valle de Alcudia y el Valle de Los Pedroches.

Constituye uno de los yacimientos histórico-arqueológicos más interesantes y menos conocidos de la comarca de Los Pedroches. Declarado Bien de Interés Cultural en 1985, el sitio aún espera una excavación sistemática que permita rescatar toda su riqueza material y simbólica.

El conjunto de ruinas se compone de tres núcleos perfectamente diferenciados: un castillo, una villa amurallada y un arrabal al sur de ambos, en la ladera de acceso a éstos.



Vista aérea de la villa amurallada
(Fotografía: Arqueolugares)


El primero, de unos 35 metros de extensión, forma un pequeño recinto en la cúspide extrema del Oeste de la villa. De él se conservan lienzos de murallas de mampuesto sin cal de casi un metro de altura en los lados Norte y Sur, así como las partes bajas de dos grandes torres - una rectangular y otra circular - que constituían las defensas de separación entre el castillo y la villa.

La villa amurallada ocupa una extensión aproximada de una hectárea. Se encontraba fortificada en todo su perímetro con muralla de mampuesto de la que aún quedan amplios testigos. La puerta de ingreso estaba situada en el costado sur. También pueden verse casi a ras del suelo las alineaciones de las calles y casas de la población, pudiéndose recomponer con relativa facilidad alguna de sus plantas. Su extensión y organización permiten hablar de una población estable.

Finalmente, en la ladera sur de la villa y en plano inferior pueden apreciarse los vestigios informes del arrabal, formando un conjunto de ruinas de difícil identificación. Su extensión sugiere un uso habitacional o comercial.
Entre los materiales recuperados destacan fragmentos cerámicos islámicos (siglos X-XII) de estilo nazarí y califal, vidrios y restos metálicos como puntas de flecha. También se han detectado restos visigodos y altomedievales, lo que demuestra la ocupación continuada.

 
Datos históricos

Según Juan Ocaña, Esteban Márquez y Juan Prada - abogado y propietario de la finca donde se enclava la fortificación -, por similitud en los nombres el Castillo de Almogávar se debe de corresponder con el antiguo núcleo denominado Galla, citado en la Hitación de Wamba y en la crónica del Rey Sabio: "El Obispado de Córdoba tenga desde Pared fasta Ubeta e de Galla fasta la Rana". Este núcleo servía de límite a los obispados de Córdoba y Oreto (Almagro) en época visigoda. La asimilación se hace en virtud de que el término Galla precedido del artículo significa Alcalá, es decir, fortificación, por lo que A. Blázquez fue el primero en asociar Galla con Almogávar, como indica Ocaña. En el lugar han aparecido no sólo restos romanos como poblados, tumbas e inscripciones, sino también restos materiales desde el Calcolítico hasta la Baja Edad Media ininterrumpidamente. Es particularmente llamativa la presencia de sarcófagos romanos antropoides exentos o tallados en la roca granítica viva, cuya cronología exacta se desconoce. Asimismo, Márquez y Prada, siguiendo la descripción hecha por al - Idrisi y la antigua opinión de Saavedra (recogida por Ocaña, p. 34), identifican los restos de este castillo con los de la población islámica de Gafiq, tanto por su ubicación como por su topografía. Según el mencionado geógrafo árabe, "el que partiendo de Córdoba quisiera ir a Toledo, ascenderá al monte de Arlis, once millas; de allí a Dar al-Baqar, seis millas. De allí a Pedroche... De Pedroche a Gafiq siete millas. Este último fuerte es lugar de refugio; sus habitantes son bravos, atrevidos, emprendedores. A menudo, cuando los cristianos han hecho una excursión al país de los musulmanes, éstos encomiendan a los habitantes de este fuerte el cuidado de alejarlos del país y quitarles el botín, del cual se han apoderado también los cristianos, que conociendo el valor y bravura de los habitantes de Gafiq, se mantienen cuanto pueden a distancia de este fuerte y evitan aproximarse a él. De allí a Gebel Afur...". No obstante, la mayor parte de los investigadores modernos, entre los que se incluye el propio J. Ocaña (pp. 34-35, que en p. 36 se contradice), tienden a asociar dicha población de Gafiq con el actual Belalcázar, que en la Baja Edad Media se denominó Gahet o Gahete, considerando algunos, como Nieto Cumplido, que el nombre árabe de Almogávar o Murgaval fue el de Burg Wabo al-Malaha.
Hasta ahora lo único que desde el punto de vista histórico parece claro sobre el castillo de Almogávar es que, como indica su nombre y sus características, es una fortaleza islámica, pero cuyos avatares históricos principales desconocemos.

Quizás su denominación guarda relación con el vocablo al-mugawar, que significa "el que hace algaras o correrías", de donde derivó el nombre de almogávar y almogávares, antiguos campesinos arruinados de Cataluña y Aragón que se convirtieron en mercenarios empleados de manera irregular para hacer correrías en el territorio enemigo.
Según Ocaña, estos mercenarios se apoderaron de castillos pedrocheños como Murgaval (Mogábar), Pedroche, Santa Eufemia y Belalcázar, jugando luego un importante papel en la conquista cristiana de Córdoba.

En 1155 el rey Alfonso VII conquistó Pedroche y Santa Eufemia, después de tomar Calatrava, señalando en un privilegio de esta Orden, veinticuatro años más tarde, los límites de su territorio, citándose uno de ellos "al castillo que se llama Murgaval", es decir, el castillo de Mogábar. Tras la conquista de Córdoba por Fernando III, el castillo de Mogábar no aparece en las donaciones hechas por el rey, posiblemente porque ya había quedado abandonado, en opinión de E. Márquez Triguero.

Según Nieto Cumplido, por su situación estratégica - posee un espectacular dominio de las vías de comunicación entre el Campo de Calatrava - Valle de Alcudia y el Valle de Los Pedroches -, este castillo debió de desempeñar un papel importante en las comunicaciones de la Meseta con Andalucía por esta ruta.

El Castillo de Almogávar es un testigo silente de milenios de historia. Su abandono institucional contrasta con la riqueza que encierra bajo sus piedras. La comunidad investigadora, así como las administraciones locales y autonómicas, tienen ante sí la responsabilidad de proteger, estudiar y divulgar este patrimonio singular que podría aportar claves esenciales sobre la ocupación del norte de Córdoba desde la Prehistoria hasta la Edad Media.
 



 Conjunto de tumbas excavadas en la roca.


La Nava.

          Parcelas catastrales: Polígono 24, parcela 20.

Descripción: este yacimiento también se denomina Casilla de la Lata. Está formado por los restos de un asentamiento de época romana y por estructuras funerarias medievales excavadas en la roca.
En este lugar se encuentran 5 sepulturas excavadas en la roca y restos de un pequeño asentamiento. El material cerámico es muy escaso y poco definitorio, cerámica común e industrial (ladrillos y tégulas). Se encuentran también restos de muros y edificaciones, algunas de las cuales apoyan sobre las tumbas.

Ante la ausencia de excavaciones resulta difícil precisar si el asentamiento y la necrópolis son de la misma época. Los muros emergentes apoyan sobre alguna tumba de lo que se deduce que se trata de construcciones posteriores.
 

Haza de las Animas (I).

 

Otras denominaciones: Peñón del Obejuelo.

Parcelas catastrales: Polígono 24, parcela 19 a, b y c.
Descripción: este yacimiento se adscribe al período medieval y está compuesto por un asentamiento y un área de necrópolis con tumbas excavadas en la roca.

Sobre un elevado canchal de granito se encuentran 9 tumbas excavadas en dicha roca, dos de ellas infantiles. También hay restos de un pequeño asentamiento. El material cerámico es muy escaso y poco definitorio (ladrillos y tégulas). Junto a las tumbas se localizan varios muros y estructuras de difícil adscripción cultural.
Ante la falta de excavaciones resulta difícil precisar si el asentamiento y la necrópolis son de la misma época. Los restos de muros que se localizan junto a las tumbas podrían ser posteriores.

 
 

Tumba de niño y adulto.
 
Haza de las Animas (II).

Parcelas catastrales: Polígono 24, parcela 19 a.
Descripción: asentamiento medieval de reducidas dimensiones y restos de tumbas excavadas en la roca (3), una de ellas perteneciente a un niño.

Es difícil precisar si tanto el asentamiento como la necrópolis corresponden a la misma época.
 

 
Denominación: Cañada del Trillo.

Parcelas catastrales: Polígono 33, parcelas 108 y 114. 
Descripción: asentamiento de pequeña extensión de época romana donde se identifican diversos tipos de materiales de construcción, como ladrillos y tégulas.

 
Cercado de las Norias.

Parcelas catastrales: Polígono 33, parcelas 115 y 116.
Descripción: el material cerámico indica que se trata de un asentamiento del período romano. También se han hallado tumbas medievales excavadas en la roca.

 
 

Denominación: La Cruz Chiquita.
Parcelas catastrales: Polígono 35, parcelas 214 y 215.

Descripción: asentamiento romano con materiales cerámicos escasos y dispersos.
 

Huerta de los Álamos.
 

Parcelas catastrales: Polígono 33, parcela 112. Camino de Pedroche.
Descripción: pequeño asentamiento del período romano con restos de escorias de fundición.

 
La Pelicarda.

Parcelas catastrales: Polígono 25, parcela 105.
Descripción: restos de estructuras de cronología indeterminada, a base de grandes bloques asentados en seco. El material cerámico es muy escaso y poco representativo, razón por la cual resulta difícil establecer un período histórico concreto.

                                              


 Epitafio s.X, procedente de La Torre.

La Torre.

Parcelas catastrales: Polígono 17, parcelas 3 a y 5 d.
Descripción: asentamiento perteneciente a la Alta Edad Media donde se han documentado restos materiales visigodos.

Asentamiento de mediana extensión en el que aún se aprecian restos de muros que conforman viviendas y otras dependencias. El material cerámico es muy escaso y poco definitorio (cerámicas comunes, ladrillos y tégulas). De aquí proceden varios hallazgos de época visigoda tales como una hebilla de cinturón y una pequeña columna de pizarra. Hay que destacar un epitafio funerario del presbítero Rufo, datado en el año 950.
 

Laguna del Ladrillar.

 

Parcelas catastrales: Polígono 3, parcelas 230, 234 y 237.

Descripción: asentamiento romano detectado por su material cerámico y constructivo disperso en superficie.
 
 

Las Coronadas.
Parcelas catastrales: Polígono 9, parcelas 71 a, b y c, 72 a, b y c, 73 y 76.

Descripción: este yacimiento se corresponde con los restos de una villa romana documentada por su material disperso.
Asentamiento de mediana extensión que podría corresponder a una villa de época romana. En superficie abundan los restos cerámicos de tipo industrial, tales como ladrillos, imbrices y tégulas.


Las Valquemadas.
 

Parcelas catastrales: Polígono 13, parcela 1 a.
Descripción: se trata de un conjunto de tres sepulturas excavadas en la roca granítica.

 
Esta breve entrada no pretende ofrecer un estudio científico exhaustivo, sino una aproximación divulgativa que subraye la relevancia patrimonial de los yacimientos arqueológicos de Torrecampo. Aun con las limitaciones propias de este formato, quiere servir como llamada de atención a investigadores, instituciones y autoridades para que impulsen nuevas prospecciones, estudios y proyectos de conservación. Solo mediante la investigación rigurosa, la difusión responsable y la puesta en valor de estos enclaves podrá consolidarse el conocimiento de un pasado que complementa de forma admirable el magnífico ecosistema de dehesa que caracteriza al entorno de Los Pedroches.

 
 Información Bibliográfica
MARQUEZ TRIGUERO, Esteban. Historia de la villa de Torrecampo, Córdoba.1993.

MARQUEZ TRIGUERO, Esteban. Sepulturas antropoides del valle de los Pedroches. 1985.
Resolución de 11 de diciembre de 2003 de la Dirección General de Bienes Culturales, por la que se resuelve inscribir colectivamente, con carácter genérico, en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz,138 yacimientos arqueológicos de los términos municipales de Nueva Carteya, Cañete de las Torres, Bujalance, Torrecampo, Conquista y Pedroche (Córdoba)

 Información documental
Archivo de la Delegación Provincial de la Consejería de Cultura de Córdoba. Actualización y Revisión del Inventario de Yacimientos Arqueológicos de Andalucía 2001. Las Valquemadas, 2001.