viernes, 24 de julio de 2009

¿Anónimos? No, gracias

Reproduzco a continuación una entrada de Pérez Zarco en su blog El pisapapeles de Karlsbad.blogspot.com. Es lamentable que en pleno siglo XXI algunos no sean conscientes, no ya de sus obligaciones, sino de los derechos más fundamentales del género humano.

"Los anónimos tuvieron su momento y su papel, su sentido, en aquellos tiempos medievales en que el escritor se veía a sí mismo como un simple portavoz de los maestros, otro eslabón más en la cadena de transmisión, de tradición, de los conocimientos, doctrinas y sensibilidades de los clásicos, a los que reconocía como auctoritas (de donde procede nuestro vocablo autor).
Con frecuencia, este escritor-eslabón, necesario, pero no digno de figurar con su nombre en los anales, asumía su anonimato con un valor religioso añadido: lo importante no era el individuo, sino la obra creada, hija de su ingenio y de su estudio, sí, y de la inspiración divina en primera y última instancia, que consagraba y entregaba sin firma al Creador, como prueba de su quehacer y existencia.

El anonimato no era signo de cobardía, sino de humildad y de rechazo ético de las vanidades de este mundo. Chapeau¡ por aquellos pacientes copistas, traductores, comentaristas y exégetas que desde el discreto rincón de sus escritorios fueron lo bastante inteligentes y sensibles para evitar que se perdiera nuestra cultura madre.

Y Chapeau¡ también por todos aquellos sabios anónimos que creían en el valor de lo colectivo, de lo público, y colaboraron en la creación, consolidación y desarrollo de ese bellísimo acervo de la lírica y el folclore popular. Gracias a estos artistas sensibles y generosos hoy podemos disfrutar con las jarchas y las cantigas, con los romances, las coplas castellanas o los cantes flamencos.

Y por tercera vez me descubro y alzo mi sombrero a la gloria de anónimos como el autor del Lazarillo, que recurrió al silencio de su nombre -un signo de inteligencia, y al ensayo de Cipolla me remito-, para salvar el pellejo de manos del fundamentalismo cruel de la Inquisición; o del autor de La Celestina, que supo jugar al escondite para evitar el trance de la mazmorra o de la incineración in vita.

Y vuelva el sombrero a su lugar, a la cabeza, porque fuera de estos individuos desconocidos, tan fundamentales en la cultura y en la historia literaria, no le interesan esos tales que se esconden en el anonimato para enredar, lanzar injurias, infundios y ofensas, levantar calumnias, o incluso hacer chantajes o amenazar con esto y con lo otro. Vade retro, ruin anónimo.

La conclusión de estos párrafos bien se habrá visto venir: en adelante no aparecerán en este blog comentarios anónimos, pues ya se encargará el administrador de pasarlos sin contemplaciones por la guillotina del silencio."

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