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Cuadrilla de aceituneras
No es Torrecampo un municipio en el que el olivar haya arraigado como cultivo que diversifique su economía, como en zonas cercanas de las sierras de Adamuz, Villanueva de Córdoba, Obejo o Pozoblanco.
No obstante , sus jornaleros han sido durante décadas muy codiciados para la recolección de la aceituna en esos y otros lugares.
Llegando diciembre comenzaba la temporada de aceituna que se prolongaba hasta bien entrado el mes de marzo.
Avisados por el dueño del olivar, los manijeros se encargaban de buscar la cuadrilla formada tanto por hombres como por mujeres.
Las cuadrillas estaban formadas por pares (dos mujeres), de tal modo que a cada par correspondía un vareador.
El número de integrantes de las cuadrillas variaba en función de la superficie del olivar a recolectar, así había cuadrillas de cinco, diez , quince,...pares más su vareadores correspondientes. La edad de las cuadrillas, desde los diez años.
Las familias preparaban un cajón con la comida y utensilios para la temporada. Bacalo, morcilla, tocino, garbanzos, sal o nabos que enterraban para conservarlos durante más tiempo frescos. Sartén, navaja, plato, un puchero ,la cuchara y un par de mantas completaban el parco ajuar.
El desplazamiento hasta el tajo se realizaba en camiones, carros o incluso andando más de cincuenta kilómetros en muchos casos.
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Cuadrilla año 1967
Una vez en el cortijo, hombres y mujeres, en el mismo habitáculo, preparaban su cama, para lo que hacían un cerco rectangular de palos entre los que amontonaban hierbas silvestres que tapaban con una manta a modo de colchón.
En cuanto a la comida, cada uno se preparaba la suya, arrimando sartén o puchero a una candela común.
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Foto de grupo en el que destacan el típico sombrero,
pañuelo y manguitos.
De lunes a domingo, salvo nieve o lluvia, desde el amanecer hasta la puesta del sol, la cuadrilla realizaba su trabajo.
Se adelantaban en su función los vareadores para echar las aceitunas al suelo(no se ponían fardos) a los que seguían cada par(dos mujeres), ataviadas con mandil, manguitos y maniquíes para proteger los dedos del frío y la esportilla.
Tras los pares , la figura de la "rebuscaora" que recogía las aceitunas que se iban quedando atrás.
Terminado un olivo, "el poneor" iba indicando el siguiente olivo a recoger. El manijero, por su parte, se dedicaba a dirigir la cuadrilla.
Cuando se llenaba la esportilla se llevaba a la criba, para separar aceituna de hojas, y de la criba a la cuartilla.
Por cada cuartilla o medida se entregaba una chapa a la aceitunera, por lo que cuantas más chapas consiguieras más se ganaba.
De regreso al cortijo, por la noche, se entregaban las chapas al manijero , que las apuntaba en un cuaderno a modo de contabilizar la productividad
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Durante la aceituna se hacían amistades
de las de toda la vida.
Especialmente esperado era el 20 de enero, día de San Sebastián, patrón de los aceituneros. Ese día se recibían visitas de los familiares y se aprovechaba para reponer víveres.
Era un día de fiesta en el que se organizaban bailes y pequeños festines, bien en la cantina más cercana o en el propio cortijo.
Durante el mismo se bailaban las típicas jotas y se cantaban las copillas de las aceituneras, alabando a la cuadrilla y criticando al manijero
"Las aceituneras que vienen aquí
saben trabajar y saben sufrir,
porque se enseñaron a muy corta edad
y en ningún trabajo se han quedado atrás"
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Nuestro manijero así nos decía:
cogerlas deprisa que no están tan frías,
que no están tan frías ni están tan pegás,
cogerlas deprisa para terminar.
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Cuando volvamos al pueblo
si no nos pasa nada,
a la Virgen de Veredas
iremos a visitar.
Viva nuestra madre Virgen de Veredas
con su Guadamora cubierto de adelfas
y con su explanada tan verde y florida
donde disfrutamos en su romería.
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Foto de celebración un vez terminada
la recolección de aceituna en la Virgen de Veredas
(año 1967)
Terminada la temporada de aceituna, las cuadrillas organizaban un día de fiesta en el Santuario de la Virgen de Veredas, día en el que coincidían varias cuadrillas.
Previa a la salida hacia la ermita salían cantando estas y otras coplillas por las calles del pueblo.
A la buena gente de Torrecampo, a la gente sencilla y trabajadora, que durante tantos años cultivó y se labró merecida fama en la comarca y que pese a la sangría migratoria y deplorables condiciones económicas trabajaron muy duro y con ilusión con la esperanza de un futuro mejor.
A mis padres.
A mis tías Andrea y Ana.
A Lorenzo, Juana, Sebastián y Gregoria(QPD), ejemplos de trabajo, humildad y saber estar.
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