Ya en el primer siglo de nuestra era, la civilización romana acuñó la máxima "panes et circenses" (pan y circo).Ni más ni menos que una estrategia política para mantenerse en el poder.
Quienes lo ostentaban o detentaban en su momento, vendían trigo a bajo precio o regalaban panes a los ciudadanos.
Además organizaban grandes espectáculos en torno al circo, donde fieras y gladiadores se batían a muerte; malabares, ilusionistas, carreras de caballos,bigas, trigas y cuadrigas,...exaltaban los ánimos de los presentes, que encandilaban con sus narraciones a los ausentes.
Y todo ello con una clara finalidad. Por una parte distraer al populacho;y por otra parte, generar en el pueblo desinterés por participar en los asuntos de la polis, es decir en la política, en los asuntos que nos atañen y afectan a todos. Arrebatando al ciudadano su natural derecho al interés político y su obligación a exigir justicia económica y social.
Ese "animal político" aristotélico, el ser humano, que a diferencia de los animales posee la capacidad de crear sociedades y organizarse en torno a "la polis" o ciudad, queda desprovisto de un derecho tan fundamental como necesario de forma descarada.
Pero después de 2000 años todo sigue igual.
Nuestros políticos se afanan en organizar eventos cada vez más costosos en nuestros pueblos, cada vez más vacíos.
Contratan autobuses para traer gente de fuera que abarroten unas horas nuestras calles, vacías durante todo el año.
Gastan miles de euros en publicidad para salir unos minutos en la televisión o llenar una página en el periódico provincial.
Contratan empresas para montar unas carpas que acogerán a personas que vienen de fuera a hacer negocio dentro, sin cobrarle un solo euro.
Nos agasajan con juguetes, caramelos, pasteles, suculentas paellas o migas tostás.
Nos endulzan la vida con lo mejor de nuestra repostería y nos obligan a caminar a diario para bajar los chorizos y las morcillas. El jamón, por su parte, lo reservan a los políticos que vienen de "las sedes centrales" que acuden a echarse la foto, que de inmediato subirán a las redes sociales.
Tampoco faltan los viajes a la playa y a la montaña o a donde pinte.
Y hasta nos regalan libros de relatos para entretener y alimentar el espíritu.
Organizan multitudinarias competiciones deportivas pero no incentivan el deporte local o certámenes literarios aunque no proyecten siquiera talleres literarios entre sus ciudadanos
O dotan de atriles a pintores antes que a la banda de música del pueblo.
Y así ,el circo se convierte en ese mágico espectáculo que nos hace volar hacia otra dimensión más amable, lejos de preocupaciones del presente y futuro.
Y en esa alegre algarabía, se oculta el cobarde silencio de exigir lo que nos corresponde a quienes cada cuatro años nos prometieron infraestructuras, servicios, trabajo y tantas y tantas mentiras, que logran desvanecer con el circo.
Los ciudadanos tenemos derecho a recibir servicios y prestaciones dignos que pagamos con nuestros impuestos.
Pero, como la otra cara de la moneda, tenemos la obligación de exigirlos si no se satisfacen.
Y en una sociedad tan mermada y envejecida como la de Los Pedroches, cuatro años son muchos . No basta con acudir a votar en cada convocatoria electoral.
En situaciones tan precarias como la nuestra hay que estar permanentemente alerta.
Porque si callamos y callamos, nuestro silencio será tan largo y profundo que no hará falta pan para sustentarlo ni circo para aplacarlo.
Y cuando ya no haya público al que engatusar, los circenses se irán,con la música a otra parte.